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miércoles, 19 de abril de 2006

madurez afectivo-sexual y caridad

CUIDAR LA CALIDAD DE LA RELACIÓN CON EL OTRO

Esta relación expresa el dinamismo afectivo de la persona. Por eso ha de cuidarse en varios niveles y modos. En particular emergen las siguientes instancias como presupuestos para poder amar en modo teocéntrico.

1.- Volverse atento al otro, sobre todo en lo que tiene de positivo

2.- Respetar la autonomía del otro

3.- Expresar el propio amor

4.- Saber interpretar las señales de la propia madurez afectiva y sexual

Como dificultades para amar, nos encontramos con frenos que retardan o bloquean el crecimiento afectivo. Es decisivo no padecerlos fatalmente ni seguirlos a remolque, sino descifrar su sentido y afrontarlos adecuadamente. Tomamos algunos ejemplos particularmente recurrentes.

Las antipatías naturales... A través de las antipatías la persona puede descubrir sus debilidades, su pobreza interior, su falta de madurez. Ayudar a llamar por su nombre a aquello que se vive, a clarificar, a vivir la verdad, comporta ayudar a derribar barreras ilusorias para entrar en el amor de acogida.

Los celos afectivos, las rivalidades, la competencia entre hermanos...

La excesiva liberalidad e indulgencia. Ser libres no significa poder hacer cualquier cosa...

El replegamiento sobre sí evasivo y autodestructivo. Se trata de formas de reacción pasivas a determinadas frustraciones. Antes que afrontarlas con realismo, la persona se protege ilusoriamente interponiendo entre sí y la causa frustrante una cortina de humo. Son ejemplos de esto la susceptibilidad, los resentimientos, las tomas de distancia autoprotectivas...

La inhibición de la afectividad y la pulsionalidad sexual. Se trata de frenos indebidos puestos antaño a la propia vitalidad para salvaguardarse frente a personas y ambientes vividos como negativos y frustrantes.

Una particular influencia sobre la vida de caridad procede del modo como la concreta persona vive la sexualidad. Más allá de lo inmediato, este modo constituye un lenguaje manifestativo de la identidad de la persona, de sus orientaciones y dinámicas de fondo. Una cierta falta de madurez psicosexual comporta una seria dificultad para vivir la caridad porque reduce, distorsiona, tal vez bloquea la capacidad de amar.

Tiende a fijar a la persona sobre sí misma, reduciendo su apertura. Por eso es necesario captar el lenguaje de los comportamientos sexuales.

4.1. Descifrar el lenguaje de los comportamientos sexuales sintomáticos

Según los psicofisiólogos, todo comportamiento es la expresión total de la personalidad. Cualquier órgano del cuerpo humano puede ser usado para expresar las actitudes fundamentales de la persona. Entre estos comportamientos la sexualidad es el termómetro más sensible del equilibrio de la persona, de su adaptación a la realidad propia y ajena, a la realidad en general. De hecho, el comportamiento sexual está condicionado y guiado por actitudes de base, conscientes e inconscientes, con estrecha relación con la capacidad de amar y la vida de caridad.

4.2. Sexualidad y existencia personal

Es en la relación sexo-existencia donde se puede captar el significado consciente e inconsciente que la persona da a la sexualidad. Cualquier rasgo de la personalidad puede utilizar un comportamiento sexual como desahogo natural o como defensa. No se puede interpretar la sexualidad sin conocer a la persona que la vive, puesto que es ella quien da a esa función un significado completamente personal y original. Cada persona tiene su propio modo de simbolizar la realidad, incluida la sexual, que resulta de su pasado actualmente presente en la memoria afectiva.

Por comportamiento sexual entendemos tanto el comportamiento manifiesto, constatable externamente, como el comportamiento reprimido, enmascarado y activo detrás de otros comportamientos que pueden llevar a engaño acerca de su verdadera naturaleza.

Para aprender a amar y vivir la caridad es preciso asumir progresivamente actitudes adecuadas hacia los demás y hacia la realidad en general. Sabemos que, con gran probabilidad, las actitudes inadecuadas de la persona se traducen en comportamientos sexuales concretos no equilibrados y poco constructivos.

Ahora bien, ¿cuáles son las actitudes profundas de la persona que se traducen más fácilmente en una desviación del comportamiento sexual? ¿Qué es lo que comunica la persona a través de los comportamientos sexuales?

Con vistas al crecimiento de una auténtica capacidad de amar es necesario un tipo de intervención educativa apropiada según el tipo de comportamiento sexual. Errar el discernimiento comporta una inútil pérdida de energías, y tal vez un agravamiento del problema.

Los comportamientos sexuales, según su significado, puede agruparse en las siguientes categorías, con varias posiciones intermedias.

  1. Comportamientos sexuales expresivos de una persona sexualmente madura y sana

Son aquellos comportamientos sexuales en los que la conducta externa está en línea con la capacidad efectiva de amar. Son expresión de la capacidad de “relación objetal tendencialmente total”, expresión de amor y donación. La sexualidad traducida en comportamientos adecuados expresa su simbolismo normal.

b. Comportamientos no sexuales expresivos de conflictos sexuales ocultos

Son conductas que manifiestan la presencia de conflictos sexuales en modo no directamente sexual.

De hecho los conflictos en el área sexual pueden manifestarse también en comportamientos no sexuales; por ejemplo, en los siguientes estilos adoptados por la persona: manipulador, seductor, exhibicionista, narcisista, dominante...

c. Comportamientos sexuales con raíces no sexuales

La sexualidad puede ser instrumentalizada, a nivel consciente o prevalentemente inconsciente, por otras necesidades. Tiene entonces un significado metafórico, sustitutivo, compensatorio. Realiza un simbolismo desviado. La sexualidad es usada como factor ilusorio de solución de problemas no suyos. El sexo puede ser usado consciente o inconscientemente como desahogo de... o como defensa de... Algunos ejemplos: el uso de la sexualidad puede satisfacer necesidades conflictivas, por ejemplo la necesidad de dependencia y de agresividad. O puede enmascarar una exigencia de dominio. O puede compensar ilusoriamente una escasa identidad personal. Una persona puede tener problemas acerca de la propia identidad psicológica (inseguridad, soledad, rebeldía...) y buscar en la sexualidad una seguridad con respecto a la positividad del propio yo.

Un joven con problemas de autoestima puede encontrar un desahogo en la masturbación. El problema originario queda sin resolver. La repetición masturbatoria puede acrecentar el sentido de la propia negatividad, intensificando así la tendencia masturbatoria como falsa compensación (círculo vicioso).

En estos casos y en otros similares el sexo ocupa el lugar de otra cosa. Actúa como caja de resonancia de problemas originados en otros niveles o áreas de la personalidad.

El sentido y la causa del comportamiento autoerótico para cada persona concreta es reconocible en las circunstancias que la llevan a la masturbación, en las fantasías que la preceden y acompañan, y sobre todo en las verdaderas necesidades subyacentes a las que trata de dar respuesta. Es sin embargo una respuesta que, más allá del momento inmediato, se revela de hecho como ilusoria. En esta línea debe ir una intervención educativa adecuada.

El sexo es en realidad ambivalente. Puede expresar amor y donación, pero no necesariamente, ni fácilmente.

El uso simbólicamente distorsionado de la sexualidad perjudica a la capacidad de amar y en consecuencia a la respuesta de caridad. Capta las energías afectivas y fija egocéntrica e ilusoriamente a la persona sobre sí.

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