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jueves, 22 de febrero de 2007

"Movimientos eclesiales", ¿Que dice la Iglesia?

"Movimientos eclesiales", ¿Que dice la Iglesia?
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La Integración de los Movimientos en la Iglesia
S.S. Benedicto XVI, 22 Feb, 2007

Respondiendo a un sacerdote de romano.

Me parece que tenemos dos reglas fundamentales, de las que usted ha hablado. La primera regla nos la ha dado san Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses: no extingáis los carismas. Si el Señor nos da nuevos dones, debemos estar agradecidos, aunque a veces sean incómodos. Y es algo hermoso que, sin iniciativa de la jerarquía, con una iniciativa de la base, como se dice, pero también con una iniciativa realmente de lo alto, es decir, como don del Espíritu Santo, nazcan nuevas formas de vida en la Iglesia, como, por otra parte, han nacido en todos los siglos. 

En sus comienzos fueron siempre incómodas: también san Francisco fue muy incómodo, y para el Papa era muy difícil dar, finalmente, una forma canónica a una realidad que era mucho más grande que los reglamentos jurídicos. Para san Francisco era un grandísimo sacrificio dejarse encastrar en este esqueleto jurídico, pero, al final, nació una realidad que vive aún hoy y que vivirá en el futuro: da fuerza y nuevos elementos a la vida de la Iglesia. 

Sólo quiero decir esto:
 en todos los siglos han nacido movimientos. También san Benito, inicialmente, era un Movimiento. Se insertan en la vida de la Iglesia con sufrimiento, con dificultad. San Benito mismo debió corregir la dirección inicial del monaquismo. Y así también en nuestro siglo el Señor, el Espíritu Santo, nos ha dado nuevas iniciativas con nuevos aspectos de la vida cristiana: vividos por personas humanas con sus límites, crean también dificultades. 

Así pues, la primera regla:no extinguir los carismas, estar agradecidos, aunque sean incómodos. La segunda regla es esta: la Iglesia es una; si los movimientos son realmente dones del Espíritu Santo, se insertan y sirven a la Iglesia, y en el diálogo paciente entre pastores y movimientos nace una forma fecunda, donde estos elementos llegan a ser elementos edificantes para la Iglesia de hoy y de mañana...

Ahora, como síntesis de las dos reglas fundamentales, diría: gratitud, paciencia y aceptación incluso de los sufrimientos, que son inevitables. También en un matrimonio existen siempre sufrimientos y tensiones. Y, sin embargo, van adelante, y así madura el verdadero amor. Lo mismo sucede en la comunidad de la Iglesia: juntos tengamos paciencia. También los diversos niveles de la jerarquía —desde el párroco al obispo, hasta el Sumo Pontífice— deben tener juntos un continuo intercambio de ideas, deben promover el coloquio para encontrar juntos el camino mejor. Las experiencias de los párrocos son fundamentales, pero también las experiencias del obispo y, digamos, la perspectiva universal del Papa tienen su lugar teológico y pastoral en la Iglesia. 

En consecuencia, por una parte, este conjunto de diversos niveles de la jerarquía; por otra, la realidad vivida en las parroquias, con paciencia y apertura, en obediencia al Señor, crean realmente la vitalidad nueva de la Iglesia. 

Estamos agradecidos al Espíritu Santo por los dones que nos ha dado. Seamos obedientes a la voz del Espíritu, pero seamos también claros al integrar estos elementos en la vida: este criterio sirve, al fin, a la Iglesia concreta, y así, con paciencia, con valentía y con generosidad el Señor ciertamente nos guiará y nos ayudará.


    -El Pontificio Consejo para los Laicos es el dicasterio de la Curia romana que tiene la responsabilidad de discernir la autenticidad de todos los movimientos.  Este consejo, que opera bajo el Santo Padre, expresa el sentir oficial de la Iglesia.
    -La Santa Sede le ha dado su bendición y apoyo oficial a mas de 50 movimientos eclesiales que han sido reconocidos por su ortodoxia y fidelidad a la Iglesia. Un ejemplo extraordinario de este reconocimiento fue el 
Congreso mundial de Movimientos Eclesiales
   

 -Además el Santo Padre Juan Pablo II ha hablado en muchas ocasiones apoyando a los movimientos. Ver: El Papa y los Nuevos Movimientos y Comunidades 

El siguiente artículo es del Consejo para los Laicos:

Los Movimientos Eclesiales en la enseñanza de Juan Pablo II 
Don del Espíritu, esperanza de los hombres

    En la homilía del 25 de mayo de 1996, de la que surge la solicitud de organizar el Encuentro programado para este año, el Papa Juan Pablo II subrayaba el significado y la importancia de los movimientos eclesiales, retomando las palabras pronunciadas por él mismo doce años antes: «Uno de los dones del Espíritu a nuestro tiempo – decía el Papa – es ciertamente el florecimiento de los movimientos eclesiales, que desde el inicio de mi Pontificado he señalado y sigo señalando como motivo de esperanza para la Iglesia y para los hombres. "Son un signo de la libertad de formas en que se realiza la única Iglesia, y representan una segura novedad, que todavía ha de ser adecuadamente comprendida en toda su positiva eficacia para el Reino de Dios en orden a su actuación en el hoy de la historia" (Insegnamenti, VII/2 [1984], p 696)».
    En efecto, ya en su primera encíclica Redemptor hominis, en las primeras «palabras del nuevo pontificado», Juan Pablo II, considerando la herencia recibida del Concilio Vaticano II y de sus predecesores, observaba como un «espíritu de colaboración y de corresponsabilidad» se ha difundido asimismo entre los laicos, «confirmando no sólo las organizaciones de apostolado seglar ya existentes, sino también creando otras nuevas con perfil muchas veces distinto y con un dinamismo excepcional» (Redemptor hominis, n. 5).
    Desde entonces han sido numerosos los encuentros del Santo Padre con los miembros de los diversos movimientos eclesiales, y muy expresivas y significativas sus palabras de aliento.
    «Como bien sabéis – confiaba a los participantes a un congreso de los movimientos – la Iglesia misma es "un movimiento" . Y, sobre todo, es un misterio. El misterio del eterno "Amor" del Padre, de su corazón paterno, del cual se inician la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo. La Iglesia nacida de esta misión se encuentra "in statu missionis". Ella es un "movimiento", que se inscribe en la historia del hombre persona y de las comunidades humanas. Los "movimientos" en la Iglesia deben reflejar en sí el misterio de aquel "amor", del cual ella a nacido y continuamente nace. Los varios "movimientos" deben vivir la plenitud de la Vida transmitida al hombre como don del Padre en Jesucristo por obra del Espíritu Santo. Deben realizar con toda la plenitud posible la misión sacerdotal, profética y real de Cristo, de la cual participa todo el pueblo de Dios» (Homilía del 27 de setiembre de 1981, en : Insegnamenti, IV/2 [1982], p. 305).
    Y con ocasión de un Coloquio internacional de los Movimientos realizado posteriormente recalcaba: «El gran florecimiento de estos movimientos y las manifestaciones de energía y de vitalidad eclesial que los caracterizan han de considerarse ciertamente como uno de los frutos más bellos de la amplia y profunda renovación espiritual, promovida por el último Concilio» (Discurso del 2 de marzo de 1987, en: Insegnamenti, X/1 [1987], p. 476).
    El pensamiento del Santo Padre se ha expresado más orgánicamente en la exhortación apostólica post-sinodal
Christifideles Laici, que recoge los frutos de la VII Asamblea general del Sínodo de los Obispos: «La comunión eclesial, ya presente y operante en la acción personal de cada uno, encuentra una manifestación específica en el actuar asociado de los fieles laicos […] En estos últimos años, el fenómeno asociativo laical se ha caracterizado por una particular variedad y vivacidad. La asociación de los fieles siempre ha representado una línea en cierto modo constante en la historia de la Iglesia, como lo testifican, hasta nuestros días, las variadas confraternidades, las terceras órdenes y los diversos sodalicios. Sin embargo, en los tiempos modernos este fenómeno ha experimentado un singular impulso, y se han visto nacer y difundirse múltiples formas agregativas: asociaciones, grupos, comunidades, movimientos. Podemos hablar de una nueva época asociativa de los fieles laicos. En efecto, "junto al asociacionismo tradicional, y a veces desde sus mismas raíces, han germinado movimientos y asociaciones nuevas, con fisonomías y finalidades específicas. Tanta es la riqueza y versatilidad de los recursos que el Espíritu alimenta en el tejido eclesial; y tanta es la capacidad de iniciativa y la generosidad de nuestro laicado" (Angelus, 23 de Agosto de 1987, en: Insegnamenti, X/3 [1987], p. 240)» (Christifideles Laici, n. 29). En esta «nueva época asociativa» se asiste por lo tanto al florecimiento de una gran pluralidad de asociaciones, movimientos, grupos. Están presentes las tradicionales confraternidades, las terceras órdenes, está también la riquísima tradición de la Acción Católica – de la cual numerosas y diversas realidades se encuentran en el Forum Internacional de la Acción Católica - , están luego las Organizaciones Internacionales Católicas – reunidas en la Conferencia de las OIC – y además muchas otras asociaciones. Es evidente que los "movimientos" han contribuido de un modo significativo y original a este resurgimiento de las asociaciones de fieles laicos en la Iglesia. En la exhortación apostólica Christifideles Laici el Papa reafirma el derecho de los fieles a asociarse libremente, resalta el valor de la vida asociativa en cuanto «signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia en Cristo», expone los criterios de discernimiento y de reconocimiento de las asociaciones y las llama a una siempre mayo comunión y colaboración recíproca (cf. Christifideles Laici, nn.29-32). 
    En la encíclica 
Redemptoris missio el Papa ha subrayado la tarea de los "movimientos" para la nueva evangelización: «Recuerdo, como novedad surgida recientemente en no pocas Iglesias, el gran desarrollo de los "Movimientos eclesiales", dotados de dinamismo misionero. Cuando se integran con humildad en la vida de las Iglesias locales y son acogidos cordialmente por Obispos y sacerdotes en las estructuras diocesanas y parroquiales, los Movimientos representan un verdadero don de Dios para la nueva evangelización y para la actividad misionera propiamente dicha. Por tanto, recomiendo difundirlos y valerse de ellos» (Redemptoris missio, n.72).
    A la luz de estas enseñanzas se puede comprender la atención con la cual Juan Pablo II, en todo su compromiso pastoral, ha seguido a los "movimientos" buscando promoverlos y alentando su fecunda participación en la vida y la misión de la Iglesia.


¿Que fue el Congreso mundial de Movimientos Eclesiales?
    El Pontificio Consejo para los Laicos, órgano oficial de la Santa Sede, convocó a los movimientos en Domus Pacis, Roma, para el Congreso mundial de Movimientos Eclesiales, del 27 al 29 de mayo de 1998, bajo el lema: "Los movimientos eclesiales: Comunión y misión en los umbrales del Tercer milenio"
   La Iglesia quiso tener una importante de reflexión sobre la naturaleza teológica de los "movimientos" y sobre su compromiso en la obra de la nueva evangelización. También fue una ocasión importante de encuentro de los "movimientos" entre sí y de testimonio común.
    En realidad no es la primera vez que los movimientos eclesiales se han reunido. Una primera ocasión fue el Congreso internacional que se tuvo en Roma del 24 al 27 de septiembre de 1981. Un segundo Coloquio internacional se desarrolló en Rocca di Papa del 28 de febrero al 4 de marzo de 1987. Un tercer Congreso internacional, finalmente, se desarrolló en Bratislava del 1° al 4 de abril de 1991.
   
El Congreso mundial de Movimientos Eclesiales del 1998 fue el primero promovido directamente por la Santa Sede. Fueron invitados cerca de 350 delegados de 56 movimientos y comunidades. entre ellos los fundadores y los dirigentes a nivel internacional de muchas de las realidades representadas. También participaron diversos representantes de los dicasterios de la Curia Romana, más de cincuenta Obispos, "observadores" de varias instituciones católicas y delegados fraternos de otras Iglesias y comuniones cristianas.
   El Congreso tuvo una excepcional conclusión en el gran "Encuentro del Santo Padre con los Movimientos Eclesiales y las Nuevas Comunidades" que se celebró en la plaza de San Pedro en la víspera de Pentecostés (el sábado 30 de mayo) en el año del Espíritu Santo, 1998. Tuve la dicha de estar presente en ese momento histórico de la Iglesia y pude constatar el amor a la Iglesia y el gozo de los participantes como también la extraordinaria acogida del Santo Padre quien expresó públicamente su apoyo a los movimientos. Un matrimonio romano me dijo que en los treinta años que viven en Roma no había visto jamás tantas personas en la plaza. Las cifras de participación rebasan los 300,000.
    El Santo Padre lo calificó de "
Un acontecimiento verdaderamente inédito". L´Osservatore Romano le llamó "Un Nuevo Pentecostés" (Edición Semanal Española, 5 Junio 98).



¿Que movimientos fueron invitados?
-Todos los que están reconocidos por la Iglesia, entre ellos:  Opera di María (Focolares), las varias realidades de la Renovación Carismática Católica, las Comunidades Neocatecumenales, Comunión y Liberación, Regnum Christi, Cursillos de Cristiandad, la Comunidad de San Egidio, el Orden Franciscano Secular, Schönstatt, Communauté de l´Emmanuel, el Movimiento de Vida Cristiana, L´Arche y muchas otras.

EL PAPA A LOS NUEVOS MOVIMIENTOS Y COMUNIDADES
Vigilia de Pentecostés, 30 de mayo de 1998

«De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo». (Hechos de los Apóstoles, 2, 2-3). 

¡Queridos hermanos y hermanas! 

1. Estas palabras de los Hechos de los Apóstoles nos introducen en el corazón del evento de Pentecostés, nos presentan a los discípulos que, reunidos con María en el Cenáculo, reciben el don del Espíritu Santo. Se realiza así la promesa de Jesús y se inicia el tiempo de la Iglesia. Desde ese momento, el viento del Espíritu Santo llevará a los discípulos de Cristo hasta los confines de la tierra. Los llevará hasta el martirio por el intrépido testimonio del Evangelio.

Esto, que sucedió en Jerusalén hace ya dos mil años, es como si esta tarde se renovara en esta Plaza, centro del mundo cristiano. Como entonces los Apóstoles, también nosotros nos encontramos reunidos en un gran cenáculo de Pentecostés, anhelando la efusión del Espíritu Santo. Aquí queremos profesar con toda la Iglesia que "uno sólo es el Espíritu, uno sólo el Señor, uno sólo es Dios, que obra todo en todos" (1Cor. 12, 4-6). Éste es el clima que queremos revivir implorando los dones del Espíritu Santo para cada uno de nosotros y para todo el pueblo de los bautizados.

2. Saludo y agradezco al Cardenal Stafford, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, por las palabras que han querido dirigirme, también a nombre de ustedes, al inicio de este Encuentro. Con él, saludo también a los cardenales y obispos presentes. Dirijo un particular agradecimiento a Chiara Lubich., Kiko Argüello, Jean Vanier, Mons. Luigi Giussani, por sus conmovedores testimonios. Junto a ellos, saludo a los fundadores y responsables de las nuevas comunidades y de los movimientos aquí representados. Quiero dirigirme a cada uno de ustedes, hermanos y hermanas, pertenecientes a los distintos movimientos eclesiales. Ustedes han acogido con prontitud y entusiasmo la invitación que os he dirigí en Pentecostés del 1996, y se han preparado cuidadosamente bajo la guía del Pontificio Consejo para los Laicos, por este extraordinario encuentro, que nos proyecta hacia el gran Jubileo del 2000.

El de hoy es verdaderamente un evento inédito: por primera vez los movimientos y las nuevas comunidades eclesiales se encuentran todos juntos, con el Papa.

Es el gran "testimonio común" anunciado por mí para el año en que, en el camino de la Iglesia hacia el gran jubileo, ha sido dedicado al Espíritu Santo. ¡El Espíritu Santo está aquí con nosotros!

Es Él el alma de este admirable acontecimiento de comunión eclesial. "Éste es el día en que actuó el Señor: alegrémonos y exultemos".
 

3. En Jerusalén, hace casi dos mil años atrás, el día de Pentecostés, delante de una multitud estupefacta y burlona por el cambio inexplicable notado en los apóstoles, Pedro proclama con coraje: "Jesús de Nazaret, un hombre acreditado por Dios entre ustedes... ustedes lo han clavado en la cruz por manos de los impíos y lo han matado. Pero Dios lo ha resucitado" (Hechos 2, 22-24). En las palabras de Pedro se manifiesta la autoconciencia de la Iglesia, fundada sobre la certeza de que Cristo está vivo, obra en el presente y cambia la vida.

El Espíritu Santo, ya operante en la creación y en la Antigua Alianza, se revela en la Encarnación y en la Pascua del Hijo de Dios, y casi "estalla" en Pentecostés para prolongar en el tiempo y en el espacio la misión de Cristo Señor. El Espíritu constituye así la Iglesia como flujo de vida nueva, que fluye dentro de la historia de los hombres.

4. A la Iglesia que, según los Padres, es el lugar "donde florece el Espíritu" (CCC 749), el Consolador ha donado recientemente con el Concilio Vaticano II un renovado Pentecostés, suscitando un dinamismo nuevo e imprevisto. Siempre, cuando interviene el Espíritu produce estupefacción, suscita eventos cuya novedad asombra, cambia radicalmente las personas y la historia. Ésta ha sido la experiencia inolvidable del Concilio ecuménico Vaticano II, durante el cual, bajo la guía del mismo Espíritu, la Iglesia ha redescubierto, como constitutiva de sí misma, la dimensión carismática: "el Espíritu no se limita a santificar y a guiar al Pueblo de Dios por medio de los sacramentos y de los ministerios y adornarlo de virtudes, sino "distribuyendo a cada uno los propios dones como le place a Él" (1Cor 12, 11), distribuye entre los fieles de todo orden gracias especiales... útiles para la renovación y la mayor expansión de la Iglesia" (LG, 12).

El aspecto institucional y carismático son casi coesenciales en la constitución de la Iglesia y concurren, aunque de modo diverso, en su vida, para su renovación y santificación del Pueblo de Dios. Es de este providencial redescubrimiento de la dimensión carismática de la Iglesia, que antes y después del Concilio, se ha afirmado una singular línea de desarrollo de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades.

5. Hoy, la Iglesia se alegra por el renovado verificarse de las palabras del profeta Joel, que poco antes hemos escuchado: "Infundiré mi Espíritu Santo sobre cada persona..." (Hechos 2, 17). Ustedes aquí presentes son la prueba tangible de esa efusión del Espíritu. Cada movimiento difiere del otro, pero todos están unidos en la misma comunión y en la misma misión. Algunos carismas suscitados por el Espíritu irrumpen como viento impetuoso que aferra y arrastra a las personas hacia nuevos caminos de entusiasmo misionero al servicio radical del Evangelio, proclamando sin cesar las verdades de la fe, acogiendo como don el flujo vivo de la tradición y suscitando en cada uno el ardiente deseo de la santidad. Hoy a todos ustedes reunidos en la Plaza San Pedro y a todos los cristianos les quiero gritar: ¡Ábranse con docilidad a los dones del Espíritu! ¡Acojan con gratitud los carismas que el Espíritu no cesa de despertar! ¡No olviden que cada carisma está dado para el bien común, esto es, para el beneficio de toda la Iglesia!

6.Por su naturaleza, los carismas son comunicativos, y hacen nacer aquella "afinidad espiritual entre las personas" (cf. Christifideles laici, 24) y aquella amistad en Cristo que da origen a los "movimientos". El paso del carisma originario al movimiento ocurre por el misterioso atractivo que el fundador ejerce sobre cuantos se dejan involucrar en su experiencia espiritual. De tal modo, los movimientos reconocidos oficialmente por la autoridad eclesiástica se proponen como forma de autorealización y reflejos de la única Iglesia. Su nacimiento y su difusión han traído a la vida de la Iglesia una inesperada novedad, a veces incluso de alguna manera desgarradora. Esto no ha dejado de suscitar interrogantes, sinsabores y tensiones, algunas veces ha comportado presunciones e intemperancias, de un lado; y no pocos prejuicios y reservas, del otro. Ha sido un período de prueba para su fidelidad, una ocasión importante para verificar la genuinidad de sus carismas.

Hoy, ante ustedes, se abre una etapa nueva: aquella de la madurez eclesial. Esto no significa que todos los problemas hayan sido resueltos. Es, más que nada, un desafío, un camino por recorrer. La Iglesia espera de ustedes frutos "maduros" de comunión y de compromiso.

7. En nuestro mundo, frecuentemente dominado por una cultura secularizada que fomenta y propone modelos de vida sin Dios, la fe de tantos es puesta a dura prueba y no pocas veces sofocada y apagada. Se advierte entonces con urgencia la necesidad de un anuncio fuerte y de una sólida y profunda formación cristiana. ¡Cuánta necesidad existe hoy de personalidades cristianas maduras, conocedoras de su propia identidad bautismal, de su propia vocación y misión en la Iglesia y en el mundo! ¡Cuánta necesidad de comunidades cristianas vivas! Y he aquí ahora, los movimientos y las nuevas comunidades eclesiales. Ellos son una respuesta suscitada por el espíritu Santo a este dramático desafío del fin del milenio. ¡Ellos son, ustedes son, la respuesta providencial!

Los verdaderos carismas no pueden sino tender al encuentro con Cristo en el Sacramento. Las realidades eclesiales a las que ustedes se adhieren los han ayudado a redescubrir su vocación bautismal, a valorar los dones del Espíritu recibidos en la Confirmación, a confiar en la misericordia de Dios en el Sacramento de la Reconciliación y, sobre todo, a reconocer en la Eucaristía la fuente y el culmen de toda la vida cristiana.

Como precisamente gracias a esta fuerte experiencia eclesial han nacido espléndidas familias cristianas abiertas a la vida, verdaderas iglesias domésticas, han surgido muchas vocaciones al sacerdocio ministerial y a la vida religiosa, así como nuevas formas de vida laical inspiradas en los consejos evangélicos. En los movimientos, en las nuevas comunidades, habéis asumido que la fe no es un discurso abstracto ni un vago sentimiento religioso sino vida nueva en Cristo suscitada por el Espíritu Santo.

8. ¿Cómo custodiar y garantizar la autenticidad del carisma? Es fundamental al respecto que cada movimiento se someta al discernimiento de la autoridad eclesiástica competente. Por esto, ningún carisma se dispensa de la referencia y de la sumisión a los Pastores de Iglesia. Con claras palabras el Concilio escribe: "El juicio sobre su (de los carismas) genuinidad y su ejercicio ordenado pertenece a quienes presiden en la Iglesia, a los cuales corresponde especialmente no extinguir el Espíritu, pero examinar todo y retener aquello que es bueno (cf. 1Tes 5, 12; 19, 21)" (Lumen Gentium 12).

Ésta es la necesaria garantía de que el camino que recorréis es el justo. En la confusión que reina en el mundo de hoy es tan fácil errar, ceder a las ilusiones. En la fomración cristiana cuidada por lo movimientos no falte jamás el elemento de esta fiel obediencia a los Obispos, sucesores de los Apóstoles, en comunión con el Sucesor de Pedro. Conocéis los criterios de eclesialidad de las formas laicales presentes en la exhortación apostólica Christifideles Laici (cf. n. 30). Os pido que os adheráis con generosidad y humildad insertando vuestras experiencias en las iglesias locales, en las parroquias y siempre permaneciendo en comunión con los pastores y atentos a sus indicaciones.

9. Jesús ha dicho: "He venido a traer fuego sobre la tierra y cómo quisiera que estuviera ya ardiendo", mientras la Iglesia se prepara a atravesar el umbral del tercer milenio acojamos la invitación del Señor, para que su fuego se encienda en nuestro corazón y en el de los hermanos.

Hoy, en este cenáculo de la Plaza San Pedro, se alza una gran oración: "¡Ven Espíritu Santo, ven y renueva la faz de la tierra, ven con tus siete dones! ¡Ven Espíritu Santo de Vida, Espíritu Santo de Verdad, Espíritu Santo de Comunión y de Amor! ¡La Iglesia y el mundo tienen necesidad de ti, ven Espíritu Santo, y haz siempre más fecundos los carismas que has hecho surgir! ¡Dona nueva fuerza e impulso misionero a estos tus hijos e hijas aquí reunidos, ensancha su corazón, reaviva su compromiso cristiano, hazlos valientes mensajeros del evangelio, testigos de Cristo resucitado, Redentor y Salvador del hombre! ¡Refuerza su amor y su fidelidad a la Iglesia!

A María, Madre de Jesús y Esposa del Espíritu Santo, Madre de los apóstoles, que los acompañó en Pentecostés, dirigimos nuestras miradas para que nos ayude a aprender de su «fiat» la docilidad al Espíritu. Hoy desde esta Plaza Jesucristo repite a cada uno de ustedes: "Id a todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc. 16, 15). ¡Él cuenta con cada uno de ustedes. La Iglesia cuenta con ustedes! El Señor os aseguró: "¡yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo!" (Mt 28, 10). Amén.

Juan Pablo II


¿Porqué los "movimientos" y las "nuevas comunidades" vienen a encontrarse con el Papa?

Según  
la explicación promulgada por el Pontificio Consejo para los Laico, fueron tres los objetivos fundamentales de este Encuentro.

1. TESTIMONIAR LA COMUNIÓN
El Encuentro es una celebración de la unidad en la diversidad. Es lo que recuerda el versículo de san Pablo escogido para presentar la cita del 30 de mayo: "Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo, (…) el Señor es el mismo, (…)es el mismo Dios que obra todo en todos" (1 Cor. 12, 4-6). En el Encuentro en la plaza de San Pedro se manifestará la riqueza de los diversos carismas, métodos formativos y modalidades operativas pero al mismo tiempo será evidente un profundo espíritu de comunión eclesial. La celebración se propone expresar visiblemente el profundo sentido de pertenencia a la Iglesia que caracteriza la vida de los "movimientos" y para el cual es de fundamental importancia la constante referencia al ministerio petrino. Se podrá así incluso comprender mejor la realidad de la Iglesia como "casa común" de los movimientos eclesiales, ella misma edificada y siempre renovada por los dones sacramentales, jerárquicos y carismáticos del Espíritu Santo.

2. DAR GRACIAS
El Encuentro quiere ser una acción de gracias al Espíritu Santo por cuanto Dios ha obrado en la vida de las personas, de la Iglesia y del mundo mediante los "movimientos" y gracias a los dones de los cuales ellos son portadores. Se agradecerá por todos los frutos generados por los "movimientos" , en espíritu de humildad y con una viva consciencia de la responsabilidad que los frutos recibidos comportan. La reunión en la plaza de San Pedro será también un agradecimiento público a la Iglesia, que ha sabido leer este signo de los tiempos y acoger el don que los "movimientos" y las "comunidades" constituyen para la comunión y para su misión al servicio de los hombres. No podría faltar luego el agradecimiento al Sucesor de Pedro por la confianza manifestada por Juan Pablo II en relación con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, y por el amor con el cual, en su solicitud pastoral, los sigue y los alienta.

3. RENOVAR EL PROPIO COMPROMISO MISIONERO
En el umbral del Tercer Milenio y en camino con toda la Iglesia hacia el Gran Jubileo, los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades se sienten llamados a una cada vez mayor fidelidad a los dones recibidos, a una más profunda autoconciencia eclesial, a una más generosa participación en la vida de las Iglesias locales en comunión con sus Pastores, a una acrecentada responsabilidad misionera en el encuentro con aquellos que aun no han recibido el anuncio del Evangelio, a un más fecundo espíritu de caridad en la respuesta a las necesidades de los hombres y en la edificación de formas de vida más dignas para todos

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