
Entre las muchas palabras
que el Padre pronunció
en su Creación,
hubo una del todo singular.
No podía ser tanto objeto del intelecto
como de la intuición,
no tanto esplendor de sol divino
cuanto sombra suave y tibia,
cual nubecilla solícita y blanca
que templa y adapta los rayos del sol
a la capacidad visual del hombre.
Estaba en los planes de la Providencia
que el verbo se hiciera carne,
que una palabra, la Palabra,
se escribiera en la tierra con carne y sangre;
y esta Palabra necesitaba un fondo.
Las armonías celestiales
ansiaban, por amor a nosotros,
trasladar su concierto único y solo
bajo nuestras tiendas:
y precisaban un silencio.
El Protagonista de la humanidad,
que daba sentido a los siglos pasados
e iluminaba y encauzaba tras de sí los siglos futuros,
debía aparecer en la escena del mundo,
pero le hacía falta una pantalla blanca
que le diese a Él todo el relieve.
El mayor designio que el Amor-Dios
pudiese imaginar
tenía que trazarse majestuoso y divino,
y todos los colores de las virtudes
debían estar aderezados y preparados en un corazón
para servirle a Él.
Esta sombra admirable
que contiene el Sol,
que ante Él se rinde y en Él vuelve a encontrarse;
este fondo blanco,
inmenso como una sima,
que contiene la Palabra, que es Cristo,
y en Él se abisma
como luz en la luz;
este altísimo silencio
que ya no calla
porque en él cantan las armonías divinas del Verbo
y en Él se convierte en nota de las notas,
como el “la” del eterno canto del Paraíso;
este escenario majestuoso y bello como la naturaleza,
síntesis de la belleza
prodigada por el Creador en el universo
-pequeño universo del Hijo de Dios
que ya no se observa,
porque cede sus funciones y su interés
a Quien tenía que venir y vino,
a Aquel que tenía que actuar y actuó-;
ese arco iris de virtudes
que dice “paz” al mundo entero
porque dio la Paz al mundo;
esa criatura
ideada en los abismos misteriosos de la Trinidad
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y que se nos dio,
era María.
De Ella no se habla:
se le canta.
En Ella no se piensa:
se la ama e invoca.
No es objeto de estudio,
sino de poesía.
Los mayores genios del universo
han puesto el pincel y la pluma
a su servicio.
al Logos,
a la Luz,
a la Razón,
Ella personifica el Arte,
la Belleza,
el Amor.
Obra maestra del Creador,
María,
por la cual el Espíritu Santo
ha descargado todas sus invenciones,
ha derramado muchas inspiraciones suyas.
¡Hermosa María!
De Ella nunca se hablará bastante.

Chiara Lubich
Himno compuesto en el verano de 1959 durante unas vacaciones estivales transcurridas por la comunidad naciente de los Focolares en Fiera di Primiero (Alpes Dolomíticos, Italia). Las muchas personas que pasaron por este pueblecito, reunidas por el vínculo de la caridad, daban vida, como en años anteriores, a una pequeña ciudad temporal que tomaba su nombre de María: la Mariápolis.
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